di José M. Climent
Ahora que viajo y no estoy contigo cada día
siento tu intensa presencia en el centro de nuestro hogar.
No es frecuente que un padre escriba a un hijo
porque hay muchas siluetas y acciones
y las del padre y el hijo ya están dibujadas
desde el principio de los tiempos
como dos titanes que intentan alejarse el uno del otro
atados, como están, por una cuerda de olas.
es una unión que ruge o acaricia
según la luna o el sol declinan o ascienden
y los vientos se encaraman en la espuma
o se duermen sobre la noche.
Ahora que viajo y no estoy contigo cada día
te veo, te imagino, te sueño.
Te veo como un gran guerrero
inmerso en una batalla, rodeado de adversarios,
amenazado por el plan del enemigo
urdiendo golpes de defensa
aislado, sin claras estrategias de ataque
pero con una capacidad magnífica
para flanquear al contrario,
encontrar su debilidad
y ofrecerle un definitivo y duradero
pacto de paz.
Te imagino como un planeta
que gira en pos de sus días y sus noches
sin sentir su propio movimiento
extendido entre el fulgor de los polos
y el equilibrio ecuatorial
asombrado por la diversidad del agua
señalado por el fuego interno
que enciende la vida cada mañana.
Te sueño como un ser entero y completo
Construido sobre una estela de tiempo
Extendida sobre tu propio camino
Como una alfombra de recuerdos
Tejida para cuidar tus pasos, sin dirigirlos,
Del mismo modo que yo he caminado sobre la alfombra de mi padre,
Y en la misma forma que tus hijos caminarán
A la sombra de tu espalda
Por la cuerda de olas que ya se escapa de mis manos.
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